El evangelio de hoy representa uno de los textos bíblicos fundamentales para la misión. Este contiene las preciosas enseñanzas de Jesús a sus discípulos cuando «los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él». El rico contenido misionero del pasaje evangélico que hemos escuchado será analizado, con mucho detalle, en el próximo libro que está elaborando la Pontificia Unión Misionera: “ Los textos bíblicos de la misión. Una antología razonada y comentada. Volumen 1: Los evangelios ”. Por el momento, reflexionamos brevemente algunos de los aspectos más relevantes.

 

1. ¿Por qué “otros setenta y dos” y por qué “de dos en dos”? El universalismo de la misión y de la salvación

Entre los evangelistas, Lucas narra este envío de “otros setenta y dos” por parte de Jesús. El adjetivo “otros” es significativo aquí por su doble función. Por un lado, este se conecta a la práctica usual de Jesús, a lo largo de su viaje final hacia Jerusalén, de «mandar mensajeros delante de él (…) para hacer los preparativos» (Lc 9,52), como ya fue dicho en el episodio precedente de Lucas (que escuchamos el domingo pasado).

Por otro lado, “otros” parece hacer referencia al precedente acto de Jesús que «Habiendo convocado a los Doce (…). Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos» (Lc 9,1-2). Se trata por eso, del segundo envío, después del primero que tenía que ver con los Doce. Esta secuencia pone en evidencia que estos “otros setenta y dos” designados y enviados por Jesús en realidad continuaban y compartían la misma misión iniciada por los Doce por comisión de Jesús. Además, los envíos se dirigen a personas diversas (y tal vez de dignidad diferente), los dos provienen del mismo Jesús y todos colaboran en la única misión que Él estaba cumpliendo por el Reino.

En este contexto, el número 72 de los enviados parece tener un valor altamente simbólico, como ya lo es el doce para la misión precedente. Si este último corresponde al número de las tribus de Israel, la cifra 72 de los enviados parece aludir a la totalidad de las familias de los hijos de Noé, sobrevivientes después del diluvio universal, de las cuales “se ramificaron las naciones de la tierra”, como son mencionadas en el capítulo 10 de la versión griega del libro de Génesis, usada por los primeros cristianos (en el texto hebreo correspondiente se habla de 70) (cf. Gen 10,32). Si los Doce eran mandados a las Tribus de Israel, estos “otros setenta y dos” son designados ahora y enviados para preparar la venida de Jesús como símbolo de una misión entre todas las naciones de la tierra.

Así, se puede entrever el deseo de Jesús de hacer llegar a toda la humanidad la Buena Noticia del Reino, para hacer que “toda carne verá la salvación de Dios” (Lc 3,6; cf. Is 40,5 [versión griega LXX]). Se trata de un acto altamente simbólico y significativo (¡porque no sabemos si Jesús efectivamente logró pasar por todos los pueblos que los 72 habían visitado!). La misión de Jesús y, consecuentemente, a la de sus discípulos era y es siempre aquella para el mundo entero, hasta las extremidades de la tierra, como Él mismo afirmará en el mandato misionero a los suyos antes de la Ascensión. Esta misión no se circunscribirá nunca solo al interno de Israel o de un solo pueblo, sino que siempre se saldrá a anunciar la salvación a todos los necesitados.

Además, el carácter universal de la misión querida por Cristo tiene que ver también con las personas llamadas a esta tarea en todo tiempo, representadas por estos “otros setenta y dos” designados. Ellos serán «de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas», así como la multitud de los redimidos descrita en el Apocalipsis (Ap 7,9; cf. Ap 5,9). Es el universalismo de la vocación misionera de los discípulos de Cristo. En Él, no hay más distinción entre hebreos y no hebreos, como nos recuerda Pablo, que subraya en la segunda lectura: «Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios».

¿Por qué los discípulos son enviados “de dos en dos”? ¡Alguien podría responder que así hubieran podido rezar los salmos a dos coros a lo largo del camino! Algún Padre de la Iglesia (como san Gregorio Magno), desde una perspectiva espiritual y simbólica, ha visto aquí una analogía con el doble amor, para con Dios y el prójimo, que los discípulos tenían que representar y transmitir a la gente. Estas dos explicaciones son posibles, pero la razón principal del envío “dos a dos” tiene que ver con el aspecto jurídico. Como se establece en la Ley judía, «solo por la declaración de dos o tres testigos será firme una causa» (cf. Dt 19,15; Mt 18,16), así los discípulos son enviados en misión de dos en dos, para conferir validez a su anuncio de la venida del Reino de Dios. Con base en esto, el Papa Francisco remarca en el mensaje de la Jornada Misionera Mundial 2022: «el testimonio que los cristianos dan de Cristo tiene un carácter sobre todo comunitario. Por eso la presencia de una comunidad, incluso pequeña, para llevar adelante la misión tiene una importancia esencial».

 

2. Oren-Vayan-Anuncien: las acciones misioneras basilares

Es muy curioso y al mismo tiempo significativo que la primera acción recomendada por Jesús después de la designación de los 72 fue: «rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies», dado que «la mies es abundante y los obreros pocos». Obviamente, el tono general de la frase sugiere que se trata de una recomendación dirigida a todos los presentes en aquel momento (podemos imaginar la circunstancia de una “ceremonia” de envío). Sin embargo, el contexto literario parece indicar que los primeros destinatarios de esta exhortación eran los mismos discípulos designados para la misión. En esta perspectiva, antes que los otros, se pide a los misioneros de Cristo rezar a Dios, para que el envío de operarios para el Reino sea siempre más abundante, ¡incluso el mismo envío! En otras palabras, los enviados tienen la tarea primaria de rezar por la propia vocación y por la vocación de los otros enviados. A este respecto, se tiene que recordar la constante afirmación del Papa Francisco que la oración «tiene un papel fundamental en la vida misionera» ( Mensaje para la Jornada misionera mundial 2022).). Además, esta oración de los misioneros para la vocación ayuda a los mismos orantes a cultivar en ellos el corazón de Cristo que palpita por “la mies abundante” de Dios en el mundo.

Exhortando a la oración, Jesús inicia la misión con el comando conciso “¡Poneos en camino!” y con instrucciones muy detalladas sobre qué hacer y que no en la misión. Entre las cosas para hacer se destaca la recomendación del anuncio de la venida del Reino («decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”»), así como es explicitado en el primer envío de los Doce (Lc 9,2: «Luego los envió a proclamar el reino de Dios»; cf. Lc 9,6). La frase del anuncio sobre el Reino es la misma que Jesús había proclamado desde el inicio de sus actividades públicas. Esta, literalmente, expresa no tanto una cercanía estática (“está cerca” y está junto), sino una realidad dinámica, que se “ha acercado” y continua todavía su movimiento hacia cada hombre y mujer que lo acoge.

De esta manera, el ir a las gentes de los 72 enviados de Cristo parece signar ese acercarse concreto y palpable del Reino que encuentra su pleno cumplimiento con la venida del mismo Cristo. Tanto es cierto que, con el anuncio del Reino, se pide a ellos anunciar, más aún, transmitir, «cuando entréis en una casa» la paz de Dios, fruto y signo de la presencia del Reino. En esto se puede ver el cumplimiento de lo que fue prometido por Dios a través del profeta Isaías, que hemos escuchado en la primera lectura: «Yo haré derivar hacia ella [Jerusalén], como un río, la paz», aquel shalom “paz” que indica prosperidad, bienestar, comunión con Dios en su Reino. Además, respecto a aquellos que no acogen ahora a los enviados de Cristo, se recomienda acentuarles el hecho objetivo del acercarse del Reino como don para todos: «sabed que el reino de Dios ha llegado». El ir y el anunciar constituyen así las dos acciones basilares de la misión, las cuales forman con la oración la triada fundamental para cumplir en las actividades misioneras cuanto Cristo recomendó.

 

3. ¿Qué no hacer en la misión y por qué “como corderos en medio de lobos”?

En las instrucciones a los 72 enviados, algunas recomendaciones peculiares necesitan de una breve explicación.

En primer lugar, la instrucción “no saludéis a nadie por el camino” no significa autorizarles a ser descorteses por el camino o impedir a ellos decir buenos días o buenas tardes. Esta recomendación parece subrayar simplemente la urgencia del camino para llevar el anuncio del Reino a los destinatarios, lo cual no puede tener algún retraso (un caso similar en 2Re 4,29). Tanto es cierto que después es relatado el saludo de la paz junto al entrar en las casas y en las ciudades, cuando se llega a la meta.

En segundo lugar, la acción recomendada de “sacudir el polvo de los pies” en las ciudades que acogerán a los enviados de Cristo. Se trata de un acto intencionalmente “espectacular”, como aquellos de los profetas del Antiguo Testamento, para dejar a los destinatarios algún mensaje “profético”. Sirve para demostrar claramente que los enviados no tienen nada en común (y, por tanto, ninguna responsabilidad) con el rechazo del Reino por parte de los habitantes de la ciudad. Estas acciones radicales parecen tener como objetivo mover la consciencia de estos ciudadanos que en la propia libertad se han autoaislado de la paz del Reino. Por esto, se insiste de todas formas que para ellos la puerta del Reino permanece abierta: «sabed que el reino de Dios ha llegado».

Por último, el aviso claro de Jesús acerca de los peligros en la misión: «Mirad que os envío como corderos en medio de lobos». Se trata de una promesa “extraña” de Jesús para sus enviados, ¡porque parece que quisiera tirarlos indefensos a los predadores rapaces! Pero esta afirmación refleja también la realidad de la misma suerte que Él, el “cordero de Dios”, afronta en su misión. Este compartir pleno entre Jesús y sus enviados también en las fatigas y en los “dolores”, implica una unión mística de hecho entre ellos y, en consecuencia, indica a los discípulos misioneros que tienen que mantenerse cerca del Maestro, fijar la mirada siempre en Él, para obtener en Él la fuerza, sabiduría, tenacidad en las adversidades a lo largo del camino misionero.

A este propósito, es iluminadora la explicación del Papa Francisco en el Ángelus en la de Plaza San Pedro el domingo 3 de julio de 2016:

¿Con qué espíritu el discípulo de Jesús deberá desarrollar esta misión? Ante todo, deberá tener conciencia de la realidad difícil y a veces hostil que le espera. Jesús no ahorra palabras sobre esto. Jesús dice: «Yo los envío como a ovejas en medio de lobos» (v. 3). Clarísimo. La hostilidad que está desde siempre, desde el comienzo de las persecuciones de los cristianos, porque Jesús sabe que la misión está obstaculizada por la obra del maligno. Por ello, el obrero del Evangelio se esforzará en estar libre de condicionamientos humanos de todo tipo, no llevando ni dinero, ni alforja, ni calzado (cfr v. 4), como ha recomendado Jesús, para confiar sólo en el poder de la Cruz de Cristo. Ello significa abandonar todo motivo de vanagloria personal, de arribismo, de fama, de poder, y ser instrumentos humildes de la salvación obrada por el sacrificio de Jesús.

 

4. Bonus: La alegría de la misión

En unión constante con Aquel que los ha mandado, los misioneros de Cristo experimentarán la alegría de la misión aunque “en medio de lobos” que quieren siempre devorarlos, porque en su debilidad y pobreza se manifiesta la potencia multiforme de Dios contra la fuerza del mal. Este sentimiento efectivamente ha acompañado a estos 72 enviados, los cuales «volvieron con alegría» por haber visto que «los demonios se […] someten» a ellos. Sin embargo, como Jesús mismo lo especifica, la verdadera alegría de los enviados tiene que ver con la salvación que Dios tiene preparada para ellos y para todos, gracias a su misión: «estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo». Será la salvación universal la razón última de todos los empeños misioneros de los discípulos de Cristo, el Hijo de Dios que “por nosotros y por nuestra salvación” se encarnó, sufrió, murió y resucitó.

Por ello, oremos:

¡Oh Dios!, que en la vocación bautismal nos has llamado a estar plenamente disponibles al anuncio de tu Reino, concédenos el coraje apostólico y la libertad evangélica, para que hagamos presente en todo ambiente de la vida la palabra de amor y de paz. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.